Siempre ha sido una frase típica de los pequeños de la casa, que la utilizaban cuando intentaban apropiarse de una ubicación que no era la suya. Seguro que nosotros también se la hemos espetado a alguien en algún momento de nuestra niñez cada vez más lejana.
El caso es que se utiliza siempre que alguien se ausenta, aunque sea por unos momentos, de algún lugar y al regresar se encuentra con que otra persona ha ocupado su sitio. También se da a entender "la pérdida de los privilegios y posesiones que se tenían por el simple hecho de haberlos abandonado momentáneamente". (1)
Los historiadores coinciden en que su origen se remonta a la disputa entre los arzobispos Alonso de Fonseca “el Viejo” y Alonso de Fonseca “el Mozo”, tío y sobrino, respectivamente, durante el reinado de Enrique IV de Castilla, en el siglo XV.
Siendo el tío arzobispo de Sevilla, el sobrino fue nombrado a su vez arzobispo de Santiago de Compostela. Sin embargo, el mal gobierno y los abusos que ejerció en la sede compostelana, encresparon los ánimos contra él, que tuvo que huir precipitadamente al no ser capaz de dominar la situación.
El tío, mucho más experimentado, le aconsejó que intercambiaran temporalmente sus diócesis mientras él marchaba a Galicia donde consiguió apagar los conflictos y pacificar la situación para facilitar su labor al sobrino.
De vuelta en Sevilla el sobrino, que naturalmente se encontraba allí mucho mejor que en la conflictiva Galicia, se negó a devolverle su silla arzobispal, alegando que el trueque había sido permanente.
El conflicto derivó en duros enfrentamientos entre los partidarios de uno y de otro y solo se resolvió con la intervención del rey y del Papa. Cada uno regresó a su diócesis propia pero, como era de prever, el arzobispo más joven volvió a las andadas consiguiendo que lo apresaran y que estuviera cinco años preso. (2)
La frase original era, como demuestra la historia y como aparece en las antologías de modismos más antiguas, «¡Quien se fue de Sevilla, perdió su silla!» de donde se deduce que la ausencia perjudicó no al que se fue a Sevilla, como decimos ahora, sino al que se fue de la ciudad. (3)
Otro dicho propio del lenguaje infantil es «¡Santa Rita, Rita; lo que se da no se quita!» con la que se rechaza la devolución de un objeto a quien nos lo ha regalado.
Santa Rita fue una mujer que sufrió dieciocho años de matrimonio con un marido maltratador y que perdió a sus hijos a causa de la peste. Una vez viuda ingresó en un convento de Casia y empezó a ser reconocida por sus numerosos milagros. (4)
Según los estudiosos, sin embargo, la aparición de la santa en este dicho solamente obedece a la rima, como en tantos otros. Para explicarlo se cuenta la leyenda de una joven poco agraciada que le pidió a Santa Rita que le concediese un novio.
Lo consiguió pero, tras poco tiempo, la relación se rompió. Enfadada con la santa, la mujer increpó a su imagen diciéndole: «¡Santa Rita, Rita; lo que se da no se quita!», reprendiéndola por haberle concedido el deseo de forma tan efímera. (5)
Parece ser que la joven se quedó soltera, sin otro remedio que «quedarse para vestir santos», expresión coloquial aunque machista y anticuada para "indicar que una mujer era ya demasiado mayor para casarse, por lo que se quedaría soltera para siempre". (6)
El origen del dicho se encuentra en la antigua costumbre de limpiar las iglesias y cambiar las ropas de las imágenes religiosas que llevaban a cabo las viudas y las solteronas, ya que se suponía que disponían de más tiempo libre para hacerlo al no tener que dedicarse a las tareas de su casa, a la crianza de los hijos y a todo aquello que implicaba el ser mujer en una sociedad machista. (7)
La expresión también se aplica, aunque menos, a los hombres de edad avanzada que no han podido casarse ni siquiera con la intercesión de Santa Rita, patrona de los imposibles.
Esta entrada está dedicada a Rafa por razones obvias.
Notas:
(1) (3) ABC de Sevilla.
(2) Doval, G. Del hecho al dicho.
(4) Bacinerías.
(5) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
(6) Coloquialmente.
(7) AulaFácil.
Imagen de Luis Francisco Pizarro Ruiz en Pixabay
Casualidad que estoy viendo estos días la serie de TV Isabel de Castilla y los Fonseca casualmente salen ahí,primero al servicio del rey Enrique y más tarde al de su hermana Isabel.
ResponderEliminarQuién iba a pensar que la famosa silla era de ellos🤔
Pues sí que es casualidad... No sé mucho sobre el tema pero creo que el reinado de Enrique IV no debió ser muy bueno para Castilla pero Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, le fue leal en medio de la guerra que libró contra algunos de su nobles.
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