Después de la calle Laurel y de sus maravillosas tapas y vinos, lo siguiente que me llevaron a ver mis amigos de Logroño la primera vez que visité su ciudad fue el monumento al general Espartero (1793-1879) montado a caballo y situado en el Paseo del Espolón de la capital riojana.
¿Qué tenía de especial aquella estatua ecuestre, otra más de las muchas que jalonan paseos, plazas y parques de nuestro país? Pues nada más y nada menos que el tamaño de los testículos del caballo de la estatua.
Confieso que a mi, aunque nada desdeñables, aquellos atributos genitales me parecieron estar en consonancia con el tamaño real del monumento aunque quizás, eso sí, esculpidos con cierta generosidad.
En nuestro país son abundantísimas las expresiones que identifican la testosterona y los órganos que la producen con la valentía y la bravura de una persona. Tener o echarle (muchos) huevos, cojones, pelotas... son expresiones cotidianas que, en determinadas ocasiones, pueden usarse también referidas a mujeres.
El caso es que el tamaño de las gónadas del caballo de Espartero (tanto el de Logroño como el de Madrid, situado en la calle de Alcalá, junto al Retiro) se convirtieron en medida de comparación de la masculinidad y el súmmum del valor y el coraje casi temerario en situaciones difíciles o peligrosas.
Es triste, sin embargo, que la fama del jinete esté desdibujada y que solo sirva como frase hecha relativa al tamaño de los genitales de su caballo. El político y general Baldomero Espartero, distinguido por sus ideas progresistas, logró enorme prestigio durante la Primera Guerra Carlista, que terminó con la firma del Acuerdo de Vergara entre él y el general carlista Rafael Maroto.
Destronada la reina Isabel II por la revolución de septiembre de 1868, un sector progresista y el propio general Juan Prim le pidieron que aceptase la corona de España, a lo que se negó. Al final se nombró rey a Amadeo de Saboya, que concedió a Espartero el título de Príncipe de Vergara, con tratamiento de alteza real. (1)
Destronada la reina Isabel II por la revolución de septiembre de 1868, un sector progresista y el propio general Juan Prim le pidieron que aceptase la corona de España, a lo que se negó. Al final se nombró rey a Amadeo de Saboya, que concedió a Espartero el título de Príncipe de Vergara, con tratamiento de alteza real. (1)
Pablo Gilbert, autor de ambas estatuas ecuestres de Espartero, las esculpió dotando al caballo de tan notables atributos testiculares que propició sin querer que rápidamente, haciendo un símil con la valentía, bravura y gallardía del militar, se empezasen a utilizar popularmente expresiones como «tiene más cojones que el caballo de Espartero», «le ha echado más cojones que el caballo de Espartero» o «tener los cojones como el caballo de Espartero», por poner unas pocas. (2)
Así de testicular es nuestro país...
Notas:
(1) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
allo/
Jeje. Tiene cojones la cosa🤣
ResponderEliminarPues nada,ande o no ande ,caballo grande😂😂
ResponderEliminar😁Cojones o cualquiera de sus abundantes sinónimos, Ramón.Gracias por comentar.
ResponderEliminarMimi, la abuela decía que a medida del macho es el baste. Así que lo otro, también...😉
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