Es el caso de «Ser el último mono», es decir, la última persona a la que le cuentan algo, la última que recibe una propuesta, la última a la que avisan para alguna actividad, a quien nadie pide su opinión... la menos importante en definitiva. (1)
Algunos autores opinan que el origen del dicho hay que buscarlo en los circos ambulantes que iban de pueblo en pueblo, una de cuyas atracciones eran las comparsas de monos (2). La creencia mayoritaria se basa, sin embargo, en la costumbre de ciertos monos de colgarse de las ramas próximas a un río cuando desean cruzarlo: El primero se agarra a una rama y luego el resto se va uniendo en una cadena que se balancea hasta que el último que se unió a la misma toca tierra. En cada balanceo van cayendo a la otra orilla. Menos el último mono - el primero en agarrarse a la rama- que cae al agua y se ahoga.
Se dice también por ello que "el último mono se ahoga" poniendo de manifiesto el hecho de que, ante una oportunidad, el último en intentar aprovecharse de ella es quien más perjudicado termina pues su tardanza supone que los demás la hayan explotado antes. (3)
Otra expresión similar por su connotación negativa es «Ser un cero a la izquierda», usada tanto para criticar a otros como para describir cómo se siente alguien en determinadas situaciones.
Con él se quiere decir que la persona a la que se considera o que se siente "un cero a la izquierda" no tiene ningún valor, ninguna influencia, exactamente igual que el cero que se pone a la izquierda de una cifra.
Escrito a la izquierda de un número, el cero no produce ningún cambio, no altera su valor: lo mismo es 3 que 03. Por el contrario, el cero escrito a la derecha de un número aumenta el valor de éste: no es igual 3 que 30.
Parece claro pues que el origen del dicho proviene del mundo de las matemáticas, el cual serviría en este caso para herir a alguien dándole a entender que es un inútil o que carece de relevancia. (4)
«Ser un don nadie» es similar a las expresiones anteriores ya que también se aplica a la persona sin importancia pero la diferencia es que, en este caso, ésta se considera a si misma imprescindible y muy valiosa.
Un "don nadie" sería un "sujeto insignificante que gusta de darse pisto y adopta posturas propias de las personas de calidad, siendo un mierda. El don se antepuso al nombre por dignidad y honor, como la etimología indica: del latín dominus = señor, escrito al principio domnus, título dado a reyes, obispos y nobles, y en algunos casos también a los santos. Sin embargo empezó a darse el tratamiento con retintín a quien a todas luces no lo merecía, convirtiendo la voz en refuerzo de insulto". (5)
Llegados a este punto no puedo dejar de recordar a tantos famosillos y famosetes televisivos que a cualquier hora del día, a pesar de ser auténticos "don nadie" sin estudios ni educación, se atreven a opinar como expertos en cualquier materia osando incluso cuestionar a quienes verdaderamente son especialistas debido a sus carreras y a su práctica profesional. El mundo al revés...
Los hay también que viven de las apariencias, alardeando de ser importantes sin serlo. A éstos se les aplica una expresión que oí muchas veces en labios de la Tía Inés que era, por otra parte, poco dada a dichos y dicharachos.
Se trata del contundente "Don sin din, campana sin badajo" que "indica la irrelevancia que suponen los títulos si no se tiene dinero". (6)
El refrán hace una comparación entre la importancia que se le da al dinero, apocopado en forma de "din", y la imposibilidad de que una campana realice su función si carece de la pieza que cuelga en su interior o badajo, que al moverse y golpear sus paredes hace que suenen.
Y es que, lamentablemente, el respeto y la consideración social suelen depender del dinero y de los bienes materiales que se tienen como demuestra la letra de la canción "Sarandonga", un clásico que interpretaron desde Lola Flores hasta Compay Segundo:
"Cuando yo tenía dinero, me llamaban Don Tomás.
Como ahora ya no lo tengo, me llaman Tomás na más".
Notas:
(1) Palabras por Madrid.
(2) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
(4) Irazusta, M. Eso lo será tu madre: la biblia del insulto.
(5) Celdrán, P. El Gran Libro de los Insultos.
Imagen: MonkeyWorlds.