El cacao fue uno de los nuevos alimentos que los soldados y religiosos que se asentaron en las tierras del Nuevo Mundo empezaron a conocer tras el descubrimiento de América en 1492.
El cacao fue un alimento de gran importancia para los aztecas, que lo tomaban en forma de líquido amargo, oscuro, espumoso y frío y al que atribuían poderes energéticos y estimulantes. Tanto valor le daban que era utilizado incluso como moneda de cambio. (1)
Curiosamente fue un monje del Monasterio de Piedra quien trajo el primer cargamento de cacao a España, cocinándolo por primera vez en Europa en las cocinas del monasterio. (2) Al principio su sabor amargo no era fácil de aceptar, por lo que solo se utilizaba con fines medicinales, por sus propiedades beneficiosas para el corazón y su poder diurético.
Posiblemente fueron las monjas de un convento de Oaxaca, en Méjico, quienes empezaron a añadirle azúcar, miel y más tarde harina para adaptarlo a los gustos de los consumidores de la época. Éstos fueron primero, evidentemente, las clases dominantes, es decir, el clero y la nobleza y mucho después el pueblo. (3)
Primero en España, que mantuvo el monopolio del cacao mientras pudo, y después en el resto de Europa, el consumo de chocolate caliente se generalizó llegando a ser un alimento y agasajo imprescindible en todas las cortes europeas.
Mientras la Iglesia en España discutía si esta bebida rompía o no el ayuno pascual, el pueblo se centraba en cambio en cuestiones más prácticas, es decir, de qué manera era mejor prepararlo.
Unos defendían que era mejor que la bebida estuviera muy cargada de cacao y fuera un chocolate espeso, o como decían "a la española". Otros lo preferían más diluido en leche, o "a la francesa". (4)
En nuestro país ganaron los que se inclinaban por el chocolate bien cargado, y así se popularizó la expresión «Las cosas claras y el chocolate espeso» para resaltar la importancia de "llamar a las cosas por su nombre y no utilizar subterfugios, circunloquios o eufemismos" (5), en la línea de otro conocido refrán, «Al pan, pan y al vino, vino», que resalta el valor de la franqueza y de la necesidad de hablar con claridad y sin rodeos.
El origen de este refrán se suele vincular de una u otra forma con los símbolos de la eucaristía católica, pero las teorías sobre el particular son muy divergentes y están poco documentadas por lo que prefiero no comentarlas en esta ocasión.
Volviendo al chocolate terminaremos con la triste historia de la reina María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España y casada con Luis XIV de Francia, el famoso Rey Sol.
Éste no estaba muy enamorado de su esposa ya que se le conocieron un sinfín de amantes. Debido a la indiferencia que le manifestaba su esposo, María Teresa procuró tener en la corte versallesca un ambiente lo más español posible y para ello se rodeó de criadas españolas, religiosos, perritos y enanos que le servían como bufones, mayordomos y hasta consejeros.
Parece ser que con uno de ellos, aunque la cosa tampoco está muy clara, un joven pigmeo negro de su séquito, engendró a una niña de rasgos africanos. La noticia fue, como no podía ser menos, un auténtico bombazo. Muchos historiadores descartan este episodio por la educación y mentalidad puritana de la reina y lo achacan a la rumorología y a los chismes tan corrientes en aquel ambiente.
La ciencia dispone hoy además de diversas explicaciones para este hecho que descartarían que hubiera mantenido relaciones extramatrimoniales con su esclavo negro. (6)
Pero, en aquellos tiempos, al rey, a los médicos y al clero no se les ocurrió otra explicación para disimular que decir que el color de la niña se debía al chocolate, bebida a la que María Teresa de Austria era muy aficionada. (7)
Y que, como buena española, seguramente tomaría bien espeso, como tiene que ser.
Notas:
(1) Chocolates Nestlé.
(2) Monasterio de Piedra.
(3) Chocolates Comes.
(4) El diario Vasco.
(5) Doval, G. Del hecho al dicho.
(6) ABC.
(7) Monarquías.
Imagen: Revistalentos.
Acuñada en cobre, su anverso mostraba una matrona romana recostada, con una rama de olivo en las manos, que representaba el territorio de Hispania con Gibraltar a sus pies y apoyada en los Pirineos. En su reverso figuraba un león alzado sobre sus patas sosteniendo el escudo de España representando alegóricamente el Imperio Español. (1)
Debido a que dicho imperio estaba ya casi extinguido, a que el diseño del león no estaba muy conseguido y a que con el uso iba perdiendo su melena, "las gentes lo degradaron de félido a cánido y lo pasaron de macho a a hembra, con lo que el rey de la selva quedó en simple perra". (2)
Como suele pasar en nuestro país, tan dado en ocasiones a la befa, donde hubo un león la gente comenzó a ver una "perra preñá" (3) y así se comenzó a llamar a esta moneda "la perragorda" para distinguirla de la "perrachica", que era la moneda de 5 céntimos. Estas denominaciones perduraron incluso después de 1941, año en que fueron sustituidas por otras de igual valor pero acuñadas en aluminio y con diferentes anagramas.
Este apelativo de "perras", en plural, todavía hoy se sigue utilizando como sinónimo de dinero (4): del rico se dice que "tiene perras" o que algo "vale muchas perras" cuando es muy caro.
Probablemente el dicho «¡Para ti la perragorda!» se originó en el contexto "de quien porfiaba por una cantidad insignificante de dinero con tanta insistencia que su interlocutor prefería dárselo antes de seguir escuchándole". (5) Es decir, dado el escaso valor de la "perragorda" se da a entender irónicamente que es el precio a pagar por concluir una disputa con la que no se está de acuerdo.
Esta expresión también ha perdurado en el tiempo y hoy se utiliza cuando en una discusión hay uno que no admite razones porque se empecina demasiado en una idea, y el otro, viendo que no va a convencerlo le suelta la frase como dándole la razón pero haciéndole ver que no se la da ya que lo que quiere es zanjar el tema porque no merece la pena discutir. A veces incluso la frase se alarga diciendo "pa ti la perragorda... y pa mi el real".
Hay gente que aún recordará el antiguo Instituto Nacional de Previsión de la época en que España todavía carecía de un sistema general de pensiones. Quienes se afiliaban voluntariamente al mismo pagaban diez céntimos diarios -una perragorda- que daban derecho a una peseta diaria a la hora de la jubilación. El ingenio popular comenzó a llamar a muchas sedes del I.N.P., incluida la de Zaragoza, como la Casa de la Perragorda.
Otras expresiones relacionadas son "tener más cara que un saco (de) perras" que se dice de quien tiene tanto descaro como caras hay en un saco de monedas; "estar sin una perra" o "estar desperrao" cuando no se tiene nada de dinero; "valer cuatro perras" cuando algo es muy barato; "valer menos que una perragorda" cuando se está mal de salud... y otras varias.
Como "ser un sacaperras", que significa hacer gastar dinero. Ésta la utilizo bastante con mis hijos, como seguramente hacéis vosotros con los vuestros, ya que no hay semana que no me saquen perras para una cosa u otra.
Notas:
(1) (5) Fraseomanía.
(2) Guillermo Fatás en El Pollo Urbano.
(3) OCadiz Digital.
(6) Wikipedia.
Imagen: Blogs 20Minutos.
El desencanto generalizado de la sociedad hizo que se fuese generando un movimiento revolucionario que culminó en un levantamiento por cuya causa la reina Isabel II tuvo que abandonar el país.
El levantamiento vino precedido por un insistente rumor en las calles «¡Se va a armar la gorda!», con el cual se aludía a los serios conflictos que se avecinaban. Con "La Gorda" la gente se refería al levantamiento militar que finalmente estalló en septiembre y que perseguía el establecimiento de la I República. A esta revolución, que luego resultó no ser tan gorda, se la llamó "La Septembrina" por haber tenido lugar en dicho mes y también "La Gloriosa". (1)
Hay quienes dicen que "La Gorda" era también un cruel y caricaturesco apelativo referido a la envergadura física de la reina que fue depuesta. Esto no está suficientemente demostrado aunque la monarca estaba, efectivamente, digamos que bastante entrada en carnes y además "disfrutaba" de un gran número de apelativos entre el pueblo. (2)
Con el paso del tiempo la expresión "se va a armar la gorda" pasó a tener el significado que le damos hoy en día de augurio de un acontecimiento que todavía no ha ocurrido, aunque se prevé que ocurra en muy poco tiempo, dando por supuesto además que desencadenará consecuencias violentas o muy llamativas y sonadas, (3) pudiendo ser desde una guerra a una trifulca familiar.
Una trifulca o bronca monumental en una taberna del Madrid de los Austrias en el siglo XVI fue también el origen del dicho «armarse la marimorena».
La tabernera era conocida por María Morena, aunque no queda claro si Morena era su apellido o un apodo por el color de su pelo. En lo que sí se ponen de acuerdo los estudiosos es en que debía de ser una mujer de armas tomar, más que acostumbrada a lidiar con clientes que bebían más de la cuenta o que querían irse sin pagar.
Se cuenta que todo comenzó al negarse a servir su mejor vino a un grupo de soldados, ya que lo tenía reservado para los clientes de mayor abolengo que frecuentaban la taberna. Tras su negativa comenzó una pelea a gran escala en la que llovían tortas como panes. Y como la que más repartió fue la tabernera, su fama se extendió por todas partes hasta llegar a nuestros días, que todavía decimos "se ha armado la marimorena" o "se va a armar la marimorena" como sinónimo de riña o bronca. (4)
Otro dicho similar y también con origen histórico es «armarse la de San Quintín», utilizado para describir un gran alboroto, una pelea, riña, confrontación o discusión muy violenta.
Hace alusión a la Batalla de San Quintín, en la que el ejército español derrotó estrepitosamente al francés en dicha ciudad del norte de Francia. Si bien España sufrió muchas bajas, peor les fue a los franceses cuyo país se sumió en luchas internas y disputas de religión durante cuarenta años a consecuencia de su derrota. (5)
Felipe II quedó tan contento que ordenó la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial para conmemorar la victoria, ya que ésta tuvo lugar el 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo, con lo que también rendía homenaje al santo de la fecha en cuestión.
Hay muchas otras expresiones similares como "armarse un belén", "armarse la de Dios es Cristo", "armarse un cirio", "armarse un cacao", "armarse un rifirrafe", "armarse un tiberio", "armarse un cisco",... pero creo que las tres a las que nos referimos en la entrada son las que hemos podido escuchar más frecuentemente en Torrellas o de labios de torrellanos.
Además, ya está bien de tanto jaleo y escándalo, ¿no os parece?
Notas:
(2) Academia Play.
(3) Origen de las expresiones.
(4) Yorokobu.
(5) Portal Solidario.
Imagen: España en Tiempo Modernos.
Siempre ha sido una frase típica de los pequeños de la casa, que la utilizaban cuando intentaban apropiarse de una ubicación que no era la suya. Seguro que nosotros también se la hemos espetado a alguien en algún momento de nuestra niñez cada vez más lejana.
El caso es que se utiliza siempre que alguien se ausenta, aunque sea por unos momentos, de algún lugar y al regresar se encuentra con que otra persona ha ocupado su sitio. También se da a entender "la pérdida de los privilegios y posesiones que se tenían por el simple hecho de haberlos abandonado momentáneamente". (1)
Los historiadores coinciden en que su origen se remonta a la disputa entre los arzobispos Alonso de Fonseca “el Viejo” y Alonso de Fonseca “el Mozo”, tío y sobrino, respectivamente, durante el reinado de Enrique IV de Castilla, en el siglo XV.
Siendo el tío arzobispo de Sevilla, el sobrino fue nombrado a su vez arzobispo de Santiago de Compostela. Sin embargo, el mal gobierno y los abusos que ejerció en la sede compostelana, encresparon los ánimos contra él, que tuvo que huir precipitadamente al no ser capaz de dominar la situación.
El tío, mucho más experimentado, le aconsejó que intercambiaran temporalmente sus diócesis mientras él marchaba a Galicia donde consiguió apagar los conflictos y pacificar la situación para facilitar su labor al sobrino.
De vuelta en Sevilla el sobrino, que naturalmente se encontraba allí mucho mejor que en la conflictiva Galicia, se negó a devolverle su silla arzobispal, alegando que el trueque había sido permanente.
El conflicto derivó en duros enfrentamientos entre los partidarios de uno y de otro y solo se resolvió con la intervención del rey y del Papa. Cada uno regresó a su diócesis propia pero, como era de prever, el arzobispo más joven volvió a las andadas consiguiendo que lo apresaran y que estuviera cinco años preso. (2)
La frase original era, como demuestra la historia y como aparece en las antologías de modismos más antiguas, «¡Quien se fue de Sevilla, perdió su silla!» de donde se deduce que la ausencia perjudicó no al que se fue a Sevilla, como decimos ahora, sino al que se fue de la ciudad. (3)
Otro dicho propio del lenguaje infantil es «¡Santa Rita, Rita; lo que se da no se quita!» con la que se rechaza la devolución de un objeto a quien nos lo ha regalado.
Santa Rita fue una mujer que sufrió dieciocho años de matrimonio con un marido maltratador y que perdió a sus hijos a causa de la peste. Una vez viuda ingresó en un convento de Casia y empezó a ser reconocida por sus numerosos milagros. (4)
Según los estudiosos, sin embargo, la aparición de la santa en este dicho solamente obedece a la rima, como en tantos otros. Para explicarlo se cuenta la leyenda de una joven poco agraciada que le pidió a Santa Rita que le concediese un novio.
Lo consiguió pero, tras poco tiempo, la relación se rompió. Enfadada con la santa, la mujer increpó a su imagen diciéndole: «¡Santa Rita, Rita; lo que se da no se quita!», reprendiéndola por haberle concedido el deseo de forma tan efímera. (5)
Parece ser que la joven se quedó soltera, sin otro remedio que «quedarse para vestir santos», expresión coloquial aunque machista y anticuada para "indicar que una mujer era ya demasiado mayor para casarse, por lo que se quedaría soltera para siempre". (6)
El origen del dicho se encuentra en la antigua costumbre de limpiar las iglesias y cambiar las ropas de las imágenes religiosas que llevaban a cabo las viudas y las solteronas, ya que se suponía que disponían de más tiempo libre para hacerlo al no tener que dedicarse a las tareas de su casa, a la crianza de los hijos y a todo aquello que implicaba el ser mujer en una sociedad machista. (7)
La expresión también se aplica, aunque menos, a los hombres de edad avanzada que no han podido casarse ni siquiera con la intercesión de Santa Rita, patrona de los imposibles.
Esta entrada está dedicada a Rafa por razones obvias.
Notas:
(1) (3) ABC de Sevilla.
(2) Doval, G. Del hecho al dicho.
(4) Bacinerías.
(5) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
(6) Coloquialmente.
(7) AulaFácil.
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