Casi sin darnos cuenta pasa el tiempo como si fuera arena escurriéndose entre los dedos. Próxima una nueva Navidad la memoria me lleva, irremediablemente, a aquella tristísima noche en la que tuvimos que aceptar lo inevitable, que Carlos ya no estaría jamás con nosotros.
Fueron muchos días de alimentar ilusiones, de verle luchar por su vida, de agarrarnos a cualquier atisbo de esperanza...hasta que unas horas antes del fatal desenlace, aunque no quisiéramos decirlo, aunque no quisiéramos ni siquiera pensar en ello...nos fuimos a casa convencidos de que no tardarían en llamarnos, como así fue, para comunicarnos lo que nunca hubiéramos querido escuchar.
Las Nochebuenas siempre tienen algo de triste, especialmente cuando te vas haciendo mayor y compruebas que van quedando sitios libres a la mesa, los sitios de aquellos que ya no están y que tanto significaron para nosotros.
Aquella primera Nochebuena sin él, la más triste de mi vida, pudimos pasarla en compañía de todos gracias a que Jos y María Jesús nos reunieron en su casa. Si no hubiera sido así, creo que me la hubiera pasado llorando en cualquier rincón, rumiando la pena en soledad, como seguramente os hubiera pasado a vosotros.
Hoy, 26 Nochebuenas después, en este blog dedicado a Torrellas y sus dichos, quiero recordar a Carlos, el más torrellano de todos nosotros y el que más orgulloso estaba de ello a excepción de la abuela y de nuestras madres.
Lo justo sería hacerlo con palabras del pueblo o, al menos, aragonesas. Pero esta tierra nuestra, "suave como la arcilla, dura del roquedal", posee muchos vocablos para insultar y menospreciar al prójimo pero es muy parca en expresiones para reconocer los méritos del vecino.
Sin embargo, alguna hay, y la primera que me viene a la cabeza y que le diría la abuela es "pimpollo", de buen ver, lozano y atractivo, a lo que añadiría la "buena planta" y la "buena percha" que tenía, pues cualquier ropa que se ponía le sentaba perfectamente.
Después le diría "esclarecido", guapo y lustroso, limpio y aseado.
Añoro aquella sonrisa tan suya, en ocasiones un poco pícara, que parecía decir que poseía un secreto del que nadie más era conocedor.
Siempre alegre, contagiaba su alegría a los demás pues era la suya una alegría de vivir, de disfrutar de todas las pequeñas cosas de la vida, de la comida, de la familia, de la amistad... Nada tenía suyo, todo lo compartía sin esperar nada a cambio, por el simple gusto de ser útil o de ayudar.
Hoy como ayer, decir Carlos es decir nobleza, grandeza de espíritu, generosidad, honradez... Sensibilidad para escucharte y comprenderte, para demostrarte su cariño. Valor para sostener sus convicciones y su verdad y al mismo tiempo estar abierto a la verdad de los otros.
Cuántas cosas le diría si lo tuviese delante pero, lamentablemente, la vida se nos va sin decirle a quienes queremos todo lo que les queremos hasta que un día es demasiado tarde para decírselo.
Le diría que no solo era bueno, sino magnífico, excelente... Que era extraordinario, asombroso, admirable, estupendo...palabras que la abuela resumiría en una: "¡cojonudo!".
Pero, por encima de todo, le diría lo mucho que echo de menos su "rasmia", su coraje, su empuje y su tesón, la energía y el garbo que tenía para todo.
Sé que mañana tendremos en algún lugar de la mesa la luz de una vela que nos recordará el vacío que nos dejó y haremos un brindis por él y por todos los familiares que se fueron.
Por mi parte, en algún momento me asomaré a una ventana y buscaré en el cielo nocturno aquella estrella a la que, hace 26 Nochebuenas y sin permiso de los astrónomos, bauticé con su nombre.
Os deseo una Navidad feliz y en paz.
Le diría que no solo era bueno, sino magnífico, excelente... Que era extraordinario, asombroso, admirable, estupendo...palabras que la abuela resumiría en una: "¡cojonudo!".
Pero, por encima de todo, le diría lo mucho que echo de menos su "rasmia", su coraje, su empuje y su tesón, la energía y el garbo que tenía para todo.
Sé que mañana tendremos en algún lugar de la mesa la luz de una vela que nos recordará el vacío que nos dejó y haremos un brindis por él y por todos los familiares que se fueron.
Por mi parte, en algún momento me asomaré a una ventana y buscaré en el cielo nocturno aquella estrella a la que, hace 26 Nochebuenas y sin permiso de los astrónomos, bauticé con su nombre.
Os deseo una Navidad feliz y en paz.