Mentir más que la Gaceta (del Norte)

En el siglo XVI en la República de Venecia, el centro comercial y diplomático más importante de la Europa de la época,  se publicaban unas "Hojas de Aviso" con noticias que giraban en torno a los intereses mercantiles, cosechas, llegada de navíos, cotizaciones de productos y relatos sobre guerras. (1)

Dichas hojas, al principio manuscritas, se vendían por una moneda de cobre de escaso valor equivalente a  dos "Soldos" conocida popularmente con el nombre, en dialecto véneto, de "Gaxeta". Posteriormente se italianizó en "Gazzeta" adoptando la publicación el nombre de esta moneda con la que se compraba.

En poco tiempo, gracias al desarrollo de la imprenta,  las "Gacetas" se extendieron por varios países europeos utilizadas al principio por banqueros y comerciantes y más tarde por toda clase de público que se sentía atraído por noticias de interés más general. Estas hojas son los antepasados directos de nuestras publicaciones periódicas.

No era raro que se publicasen maravillas, curiosidades y hechos de lo más sorprendente y algunos simplemente increíbles. Además los líderes políticos, dándose cuenta del gran poder que podían tener las "Gacetas" para influir en la población, no tenían escrúpulo alguno en tergiversar y mentir de la forma más descarada desde sus columnas.

En nuestro país se publicó a finales del siglo XVII la "Gaceta de Madrid" que se nutría sobre todo de fantásticos "noticiones" de otras gacetas extranjeras y también de España y de sus posesiones de ultramar haciendo gala primero de poca objetividad y poco a poco del sensacionalismo más exagerado.

De ahí que se acuñase la frase «Mentir más que la Gaceta» por la bien merecida fama de embustera que esta hoja informativa fue consolidando y que se convirtió en proverbial. (2) La frase se utiliza cada vez que un medio informativo, una institución, un político o cualquier persona miente con exageración y de forma reiterada, con descaro y cinismo, a semejanza de dicha publicación que, con el paso de los años, derivó en el diario oficial del gobierno que conocemos hoy con el nombre de  Boletín Oficial del Estado. (3)

La abuela personalizaba la frase diciendo «Miente más que la Gaceta del Norte», aludiendo a un diario católico con dicho nombre editado en Bilbao desde 1901 a 1987. (4)

Seguramente se trataría de un "cruce" que haría entre el dicho clásico y el nombre del diario vasco del que no puedo decir nada de su objetividad o de la falta de la misma ya que no lo conocí.

Lo único que puedo afirmar con seguridad es que nuestra abuela no daba nunca puntada sin hilo y que cuando decía lo que decía tenía sobradas razones para hacerlo.

Notas:
(1) Pena de Oliveira, F. Teoría del periodismo.
(2) El reto histórico.
(3) Doval, G. Del hecho al dicho.
(4) Arbil.
Imagen: La radio de 25 de mayo.







Una y no más, Santo Tomás; poner el dedo en la llaga; ser como Santo Tomás; si no lo veo, no lo creo

«Una y no más, Santo Tomás» es el lema de los escarmentados, la típica frase que empleamos para asegurar que no nos volverá a ocurrir algo que nos ha salido mal o no ha dado los resultados que esperábamos. También para enfatizar que no volveremos a tolerar la conducta o las acciones inapropiadas de alguien, que nos han causado disgusto o perjuicio.

Ya hemos visto muchos ejemplos de cómo la cultura religiosa ha ido impregnando nuestra lengua desde tiempos inmemoriales con toda clase de expresiones procedentes de los púlpitos de las iglesias y de los monasterios. De ahí la abundancia de dichos populares que emplean nombres de santos.

No parece ser así, sin embargo, en este dicho en el que el nombre del santo parece simplemente utilizado para forzar la rima haciendo así más fácil que se recuerde. Otros ejemplos en este sentido serían "El coche de San Fernando, un rato a pie y otro andando" o "Santa Rita, lo que se da no se quita". (1)

Algunos autores, por el contrario, afirman que el dicho sí que quizá pudiera tener algo que ver con la incredulidad de Santo Tomás, el apóstol que no estuvo seguro de que Cristo había resucitado hasta que vio las heridas de los clavos y le metió los dedos en la llaga del costado (Juan, XX, 25-29). (2)

De este episodio evangélico proceden precisamente otros dichos o expresiones populares. El primero sería «Poner/meter el dedo en la llaga», frase hecha utilizada cuando hacemos referencia a un tema que, por el motivo que sea, resulta especialmente doloroso para nuestro interlocutor. (3) Tocar un tema escabroso que a la otra persona no le agrada se puede hacer con intenciones o no de abrir esa "llaga" o "herida" a la que figuradamente nos referimos.

No cabe duda de que, a veces, conviene no "poner el dedo en la llaga" tratando de evitar ciertos temas de conversación con algunas personas en momentos concretos para no hacerles daño. Sin embargo, hay ocasiones en los que no hay más remedio que tratar el asunto más delicado de una determinada cuestión y hablar sobre la realidad aunque ésta sea dura, perjudicial o cruel. (5)

Al apóstol Tomás se le conoce como "El Incrédulo" porque pertenecía a esa clase de personas muy racionales que exigen ver para creer, tocar para convencerse.  De esta forma de ser proviene otra frase hecha: «Ser como Santo Tomás».

El dicho alude de nuevo al episodio del Nuevo Testamento al que nos hemos referido en el que Cristo resucitado se presentó a sus discípulos. Tomás, que no está presente en la primera aparición, no da crédito a lo que le cuentan sus compañeros y no cree que aquel hombre sea su Maestro. Para convencerse, en la siguiente aparición mete los dedos en las heridas de los clavos y en la llaga que la lanza le había hecho en el costado cuando estaba en la cruz

Según el Evangelio, Jesús de Nazaret recriminó el escepticismo de Tomás diciéndole:

"Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron"(6)

Y esta frase nos lleva, por último, a  «Si no lo veo, no lo creo»otro dicho que solemos utilizar cuando algo nos parece tan inverosímil que tenemos que verlo para creer que es verdad.

¿Ver para creer o creer para ver? 

No seré yo quien entre en este espinoso tema que entra de lleno en el campo filosófico y en el de la espiritualidad, asuntos ambos muy particulares de cada cual.


Notas:
(1) García Remiro, J.L. De cómo la vida monástica impregnó el lenguaje del pueblo con formas de hablar y expresiones que todavía perduran en nuestro idioma.
(2) (5) (6) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
(3) Spaniway.
Imagen: Wikimedia.





El más tonto, relojero

Un maestro relojero conjuga la artesanía con la ingeniería mecánica más avanzada y además debe poseer una gran vocación y una dedicación máxima. Es una profesión a la que cuesta mucho acceder, que requiere una formación muy rigurosa y exigente, equiparable a la de los títulos universitarios en ingeniería mecánica.

La meca de la industria relojera, como todos sabemos, está en Suiza, donde el programa de formación más básico en Relojería suele llevar cuatro años pero se deben dedicar al menos seis si se quiere aspirar a estar entre los mejores. (1)

España solo tiene un lugar oficial en el que estudiar Relojería y, aunque históricamente nuestro país no ha dado grandes relojeros, ha sido siempre una profesión muy admirada y considerada de gente muy inteligente.

De ahí el dicho que nos ocupa, «El más tonto, relojero», formulado también como «El más tonto hace relojes». Tanto una como otra versión sugiere de una forma coloquial que hasta las personas menos preparadas, pese a que se pueda dudar de sus capacidades, son lo bastante inteligentes como para realizar grandes y sorprendentes logros. (2)

La frase equivale, en algunas circunstancias, a un aviso para no dejarse llevar por las apariencias, especialmente como advertencia a los forasteros sobre lo difícil que es engañar a los naturales de un lugar aunque parezcan muy rústicos. (3)

Es frecuente que los dichos a los que hemos aludido se alarguen diciendo: «El más tonto, relojero... y le sobraban piezas» y también «El más tonto hace relojes de madera... y encima andan» con lo que aún se resalta más el sentido innato de listeza e ingenio de aquellos a los que se refieren. (4)

Hablar de relojes me recuerda la película "Trece minutos para matar a Hitler", la historia real  de Georg Elser, un carpintero de la Resistencia que ideó un artefacto explosivo de relojería para intentar asesinar a Hitler en Munich el 8 de noviembre de 1939.

No surtió su efecto por tan solo trece minutos de diferencia, ya que el Führer abandonó su podio antes de lo previsto. De haber alcanzado el éxito, Elser habría cambiado la Historia al librarnos de toda la cúpula del Tercer Reich de un plumazo. (5)

La película no es para un Oscar pero el hecho de tratar este episodio desconocido para la mayoría quizás por haber sido intencionadamente ocultado, la hace bastante recomendable de ver.


Notas:
(2) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
(4) Marín Royo, L.M. El habla en la Ribera de Navarra.
Imagen de Th G en Pixabay 






¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!

Otro ejemplo de frase hecha que incluye un topónimo, en este caso el de la capital de nuestro país

Se trata de una fórmula de despedida "castiza y algo achulada que se relaciona con cierto personaje o personajillo que alardeaba de importancia, convencido como estaba de que su ausencia iba a ser masivamente lamentada". (1)

Según un chiste popular, la frase  «¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!» fue pronunciada orgullosamente por un zapatero remendón -otras versiones hablan de un trapero- al abandonar la capital porque no le había ido bien su negocio, convencido de que lo iban a echar mucho de menos.

La frase pasó a ser empleada, ya desde principios del siglo pasado, sobre todo en Madrid cuando se despedía a alguien cuya presencia no era estimada porque su persona carecía de importancia y, sobre todo, si ésta presumía de lo contrario. (2)

También se aplica, por extensión, cuando se rompe algo o se causa un estropicio que no tiene remedio, sobre todo en cacharros u objetos sin importancia, para expresar la contrariedad que tales incidentes suponen ya que echan por tierra lo que se esté haciendo o esperando. (3)

Pero de quien se dice que empleó con razón esta frase fue de un torero con fama de valiente del siglo XIX, Antonio Sánchez, "El Tato".

El cuarto toro de la corrida del 7 de junio de 1869 en Madrid corneó al diestro en la pierna al entrar a matar. A pesar de varias intervenciones, la pierna se le gangrenó días después por lo que fue preciso amputársela. La operación se realizó en su domicilio y se asegura que no permitió que le anestesiaran y que soportó la intervención fumándose un habano.

La prensa relataba al día siguiente que, al serle amputada la pierna, exclamó con tristeza el célebre "¡Adiós, Madrid!", expresando el dolor y la pena que le causaba el acabar así su carrera de torero.

La admiración que por entonces se tenía a los toreros hizo que la  pierna amputada se conservase en alcohol y fuera exhibida durante años en una botica.

Dos años después "El Tato" intentó volver a torear con una pierna ortopédica pero hubo de desistir al darse cuenta de que no podía hacerlo al estar tan mermado de facultades

Terminó sus días como repartidor de carnes del matadero de Sevilla lamentándose de su mísera situación. Se dice que hubiera deseado que el toro "lo hubiese dejado" en la plaza ya que así, al menos, hubiera muerto con gloria.

Ídolo en su día de los aficionados taurinos, murió pobre y olvidado de todos. (4)

Y ésta es la historia, triste, del dicho "¡Adiós, Madrid!".


Notas:
(2) Iribarren, J.M. El porqué de los dichos.
(3) Doval, G. Del hecho al dicho.
(4) ABC.





¡P'al caso..., de Tauste!

Este modismo, cien por cien aragonés aunque utilizado también en la Ribera de  Navarra, es una frase muy empleada para aseverar que, entre dos cosas, una cosa es prácticamente igual que la otra

Como muchísimas frases hechas incluye un topónimo, es decir, el nombre propio de un lugar. En este caso el de Tauste, la más meridional de las Cinco Villas históricas de Aragón junto con Sos del Rey Católico, Uncastillo, Sádaba y Ejea de los Caballeros.

La frase podría tener su origen en una historia publicada por el escritor turiasonense Gregorio García Arista (1866-1946) en su libro "Tierra Aragonesa", obra que recoge diversos cuentos y leyendas de origen folklórico con las que pinta bien las costumbres aragonesas.

Antiguamente muchos cuentos solían aparecer en periódicos y otras publicaciones. Si tenían éxito podía ser que alguna de sus frases gustasen y empezasen a ser utilizadas por el público. Éste parece ser el caso del cuento «Pal caso…, de Tauste», publicado en el folleto "Chascarrillos Taurinos"  (Madrid, 1909), el cual me voy a limitar a reproducir tal como aparece en las páginas web que he consultado, aunque todas ellas beben de la misma fuente. (1)

¡P'al caso...de Tauste!

El tío Mocho, un baturro de Tauste, asiste en Zaragoza a una de las corridas del Pilar, donde alternan Lagartijo y Cara-Ancha con toros de la ganadería de Ferrer, de Pina de Ebro.

Antes de salir las cuadrillas, el tío Mocho traba conversación con un señorito que tiene delante, en el tendido.

—Y usté ¿de qué tierra es? ¡Si se pué saber!

—¿Yo? De Pamplona.

¡Reconcho! Pues cuasi paisanos: yo soy de Tauste… y de Tauste al mojón de Navarra, pues… hay unos pasicos, como quien dice.

Un picador ha caído al descubierto y un monosabio distrae al toro, jugándose la vida y salvando la del piquero. Todos aplauden al monosabio, y el tío Mocho le arroja la chaqueta.

—Amigo —le dice el señorito—. Me parece que se entusiasma usted demasiado.

—Calle usté, hombre, calle usté. ¡Pues no m’hí de entusiasmar, si ese mozo es de al lau de mi pueblo!…

Durante el descanso, el pamplonés se fija en una mujer guapa que ocupa un palco, y hace elogios de su belleza.

—Es guapa, ¿eh? —salta el tío Mocho—. Pues miusté: a esa… a esa cuasi la he visto nacer.

Y sale el cuarto toro. Los picadores de tanda no consiguen poner una puya. ¡Caballos! ¡Caballos!, pide el público en medio de una bronca fenomenal. Y aparece un «reserva», flaco, mal trajeado, montando una «sardina»

El público se ríe de él, le abronca; pero cuando el «reserva» pone tres puyas de primera, todo es aplausos, bravos y sombreros. El tío Mocho se vuelve loco de aplaudir y grita: ¡Viva Tauste!

—¿A qué viene ese viva? —pregunta el pamplonés.

—Pues viene… a que ese picador es de mi pueblo.

En el último toro, Lagartijo está a punto de morir. El bicho le persigue desde el centro del ruedo, y cuando llega a la barrera, Lagartijo se agacha en el momento del encuentro, mientras el toro salta al callejón. Fue un alarde de vista y de listeza; la hazaña más grande de su vida torera.

Cuando el entusiasmo del público se calmó un poco, el señorito se volvió hacia el baturro y le dijo con sorna, señalándole al diestro cordobés:

—Oiga, amigo. ¿También ese es de su tierra?

El tío Mocho se quedó un instante perplejo, pero inmediatamente contestó:

—¡Hombre! Todos semos hijos de Dios… Conque, pal caso…, de Tauste


Espero que os haya gustado.


Notas:
(1) Iribarren, J.M. El porqué de los dichos.







En tiempos de Maricastaña

Ésta es una de las frases hechas que seguimos utilizando cuando queremos señalar que algo es muy viejo o que está muy anticuado  y pasado de moda. En realidad nos referimos a una época indeterminada pero, en cualquier caso, remota y antigua, haciendo especial énfasis en que el hecho al que aludimos ocurrió en la noche de los tiempos.

Conjeturas sobre su origen hay, como casi siempre, muchas. La más aceptada afirma que María Castaña fue una mujer gallega que lideró una revuelta contra los abusos del poder eclesiástico en Lugo en 1386. El obispo de la ciudad imponía unos abusivos tributos que cobraba a través de su mayordomo y recaudador.

La revuelta se saldó con la muerte de este último, de la que acusaron a  María Castaña y a su  familia. Tan sonado fue este hecho que la fama de María se extendió rápidamente, como paradigma de la mujer enérgica y decidida. Se fue contando de generación en generación hasta convertirse en historia vieja. De ahí que el lenguaje popular lo tomase como referencia de las cosas que sucedieron mucho tiempo atrás y se acuñase la frase «en tiempos de Maricastaña». (1)

Otra interpretación, menos reconocida, sobre el origen de la frase, corresponde a nuestro paisano el filólogo Julio Cejador. Según él, Maricastaña significó "mujer casta", tanto por lo de castaña como por lo de blindado y espinoso envoltorio que protege a tal fruto. (2)

Otros autores afirman que Maricastaña no es más que otro de los muchos personajes imaginarios y proverbiales que pueblan nuestros dichos y refranes, gran parte de los cuales incluyen el nombre de María, como el de María Sarmiento ("la que se fue a cagar y se la llevó el viento"). (3)

Los hay quienes opinan, por último, que el personaje de Maricastaña no existió realmente sino que procede de un antiquísimo cuento popular celta, conocido como The Battle of the Birds (La batalla de los pájaros). El personaje principal de la historia es Auburn Mary y dado que en inglés "auburn" designa al color castaño rojizo, en alusión al color de su pelo, Auburn Mary se convertiría literalmente en Maricastaña en el folklore gallego que, al fin y al cabo, procede en parte de la tradición céltica. (4)

Dejo a la elección del lector la teoría que más le agrade sobre el origen de la frase. De lo único que podemos estar seguros es de que se gestó hace mucho, mucho tiempo

En los tiempos de Maricastaña...

Notas:
(1) Blogs 20minutosLas referencias a esta historia se pueden encontrar en el tomo XLI (pág. 126-127) del libro "España Sagrada" de Juan Manuel Martínez Ugarte (más conocido como Padre Risco), en el libro “Crónica de la provincia de Lugo”, de José Villaamil y Castro y en el tomo I de los pergaminos del archivo episcopal de Lugo.
(2) Iribarren, J.M. El porqué de los dichos.
(3) Correas, G. Vocabulario de refranes y frases proverbiales y otras fórmulas comunes de la lengua castellana
(4) Fraseomanía.
Imagen de Oberholster Venita en Pixabay 







Por un perro que maté, mataperros me llamaron y mataperros me quedé

Los españoles siempre tenemos en cuenta los refranes en nuestra vida cotidiana puesto que nunca falta uno o varios para ilustrar en la conversación cualquier aspecto de nuestra existencia.

"El refrán nos ha acompañado siempre, ofreciéndonos su precisión, su gracejo, su oportunidad, su magnífica brevedad y su poder de ilustración". (1) Pero también es cierto que solemos utilizarlos para mostrar como indiscutibles algunas afirmaciones realizando frecuentemente generalizaciones fáciles pero incorrectas o injustas.

Decía el escritor frances Alejandro Dumas (hijo) que "todas las generalizaciones son peligrosas, incluída ésta", frase con la que no podría estar más de acuerdo. El refrán que vamos a ver aquí trata, por el contrario, de ir contra nuestra tendencia a la generalización y a la afición que tenemos por "etiquetar" negativamente al prójimo.

«Por un perro que maté, mataperros me llamaron y mataperros me quedé» suele decir con tristeza o con enojo quien el único error que ha cometido echa a perder su buena reputación. Es como alguien a quien se le recuerda constantemente aquella noche que se pasó un poco con la bebida contándoselo a todo el mundo haciendo que parezca un alcohólico.

Con este dicho intenta justificarse quien, por haber hecho algo considerado negativo una sola vez, es injustamente acusado y se le atribuye una falsa reincidencia en el error o en la falta. (2)

Seguramente todos nos habremos visto alguna vez en esta situación, en ese momento en que haces algo mal y parece que todo lo anterior, por muy bien hecho que esté, ya no cuenta para nada.

En mi opinión es injusto a todas luces que una reputación, tanto para bien como para mal, se forje a raíz de un único acontecimiento o de un hecho aislado. Todos nos hemos equivocado o nos equivocaremos alguna vez por lo que deberíamos ser conscientes para no colgar "sambenitos" a la gente y, por descontado, para evitar que nos los cuelguen a nosotros.

Notas:
(2) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.




Hay más días que longanizas

Este es un caso curioso de como un refrán que comenzó a utilizarse allá por el siglo XV con un significado fue transformándose con el tiempo hasta prácticamente invertir su sentido en la actualidad.

"Mas ay dias que longanizas" afirma literalmente el Marqués de Santillana (1398-1458) en su obra  "Refranes que dizen las viejas tras el fuego", la primera referencia al refrán conocida.

Alude el autor a los que se hartan de comer cuanto tienen sin pensar en el mañana. Por tanto, era una clara advertencia a la necesidad de ahorrar la comida por si venían épocas de escasez. Si se disponía de menos piezas de este embutido, alimento muy común en todos los hogares de la época, que días había a lo largo del año, se iba a pasar mal sin tener reservas en la despensa. Era pues una llamada a ser precavidos. (1)

Incluso Covarrubias en su "Tesoro de la Lengua Castellana" (1616) mantiene el sentido originario del refrán ya que aconseja el ahorro, el mirar al mañana, el ser previsor y no agotar los recursos y medios con que contamos para vivir. (2)

Hoy, sin embargo, cuando decimos que «hay más días que longanizas», queremos decir que hay mucho tiempo para realizar un cometido y que no merece la pena angustiarse con las prisas. Es una recomendación para saber esperar la situación propicia para actuar, porque habrá alguna más adecuada para hacerlo que la situación actual. (3)

Una vez llegados a este doble sentido, el antiguo que pedía moderación y ahorro para no vernos en un apuro y el moderno que nos induce a no tener prisa porque hay tiempo sobrado para todo, podríamos hacer un paralelismo con la fábula de la Cigarra y la Hormiga

Esta siempre pensará en que la despensa esté siempre llena porque el invierno es largo, mientras que la Cigarra se despreocupará con la idea de que hay muchos días para solucionar los problemas.

Ambas coinciden en que son más los días que las longanizas pero no dicen lo mismo aunque empleen las mismas palabras

¿Con cuál os identificáis?


Notas:
(2) Iribarren, J.M. El porqué de los dichos.
(4) e Imagen: La Agenda de Zalabardo.







Más cojones que el caballo de Espartero

Después de la calle Laurel y de sus maravillosas tapas y vinos, lo siguiente que me llevaron a ver mis amigos de Logroño la primera vez que visité su ciudad fue el monumento al general Espartero (1793-1879) montado a caballo y situado en el Paseo del Espolón de la capital riojana.

¿Qué tenía de especial aquella estatua ecuestre, otra más de las muchas que jalonan paseos, plazas y parques de nuestro país? Pues nada más y nada menos que el tamaño de los testículos del caballo de la estatua.

Confieso que a mi, aunque nada desdeñables, aquellos atributos genitales me parecieron estar en consonancia con el tamaño real del monumento aunque quizás, eso sí, esculpidos con cierta generosidad.

En nuestro país son abundantísimas las expresiones que identifican la testosterona y los órganos que la producen con la valentía y la bravura de una persona. Tener o echarle (muchos) huevos, cojones, pelotas... son expresiones cotidianas que, en determinadas ocasiones, pueden usarse también referidas a mujeres.

El caso es que el tamaño de las gónadas del caballo de Espartero (tanto el de Logroño como el de Madrid, situado en la calle de Alcalá, junto al Retiro) se convirtieron en medida de comparación de la masculinidad y el súmmum del valor y el coraje casi temerario en situaciones difíciles o peligrosas.

Es triste, sin embargo, que la fama del jinete esté desdibujada y que solo sirva como frase hecha relativa al tamaño de los genitales de su caballo. El político y general Baldomero Esparterodistinguido por sus ideas progresistas, logró enorme prestigio durante la Primera Guerra Carlista, que terminó con la firma del Acuerdo de Vergara entre él y el general carlista Rafael Maroto.

Destronada la reina Isabel II  por la revolución de septiembre de 1868un sector progresista y el propio general Juan Prim le pidieron que aceptase la corona de España, a lo que se negó. Al final se nombró rey a Amadeo de Saboya, que concedió a Espartero el título de Príncipe de Vergara, con tratamiento de alteza real. (1)

Pablo Gilbert, autor de ambas estatuas ecuestres de Espartero, las esculpió dotando al caballo de tan notables atributos testiculares que propició sin querer que rápidamente, haciendo un símil con la valentía, bravura y gallardía del militar, se empezasen a utilizar popularmente expresiones como   «tiene más cojones que el caballo de Espartero»«le ha echado más cojones que el caballo de Espartero» o «tener los cojones como el caballo de Espartero», por poner unas pocas. (2)

Así de testicular es nuestro país...


Notas:
(1) Buitrago, A. Diccionario de dichos y frases hechas.
(2) Blogs 20minutos.
Imagen: JGH.







allo/

Más cuento que Calleja, cuentista, tener mucho cuento, vivir del cuento, estomagar

Los cuentos son narraciones breves de ficción que cuentan con un reducido número de personajes, un argumento sencillo y una intención pedagógica. (1) Aunque los hay de muchas clases siempre vienen a nuestra mente los tradicionales y maravillosos cuentos infantiles con los que todos hemos crecido.

Perrault, los hermanos Grimm, H.C.Andersen... son algunos de los  autores clásicos de cuentos infantiles y están considerados entre los mejores cuentistas de la historia por la influencia que han ejercido sobre tantas y tantas generaciones que les sucedieron.

Lamentablemente con el tiempo «cuentista», en origen la palabra que designa el honrado oficio de contar, narrar o escribir cuentos como género literario, pasó a ser considerada un insulto aplicado a quienes se dedican a llevar rumores, embustes, murmuraciones o chismes. (2) Y también a la gente muy fantasiosa, propensa a poner con asiduidad excusas poco creíbles.

No es de los insultos más graves que se pueden proferir e incluso a muchos de nosotros nos lo han llamado con cariño nuestros padres cuando éramos pequeños y exagerábamos una dolencia o enfermedad para no ir al colegio y quedarnos en casa.

Otra expresión con el mismo sentido es «tienes más cuento que Calleja», dicho dirigido a quien es mentiroso, quejicoso o fingidor, exagerando las cosas que le afectan particularmente. (3)

En este caso la comparación se refiere a un personaje real, el editor Saturnino Calleja, que entre finales del siglo XIX y principios del XX publicó una ingente cantidad de cuentos para niños y jóvenes, en especial en ediciones baratas pero muy bien presentadas.

Aunque publicó toda clase de textos ha pasado a la posteridad por esta colección de cuentos económicos, casi al alcance de cualquier bolsillo, que se coleccionaban como si fueran cromos ya que medían 7 centímetros de alto por 5 de ancho. (4)

Tantos cuentos publicó la Editorial Calleja que rápidamente se popularizó la expresión «tienes más cuento que Calleja», que señala a quien posee una gran inventiva, pone excusas inverosímiles tratando de justificar su conducta, exagera lo que le pasa y le echa a cualquier situación mucho embuste. (5) También se dice de tales personajes que «tienen mucho cuento» aludiendo a la materia fabulosa y legendaria de los relatos infantiles. (6) Se trata, en suma, de quienes intentan librarse de todo con cualquier excusa.

Por último, esto nos lleva inevitablemente a referirnos a quien le gusta «vivir del cuento», es decir, a quien vive sin trabajar y aprovechándose de los demás con engaños y artimañas. A todos nos vienen a la mente algunos de estos parásitos de la sociedad.

En mi caso debo mencionar a todos esos famosillos de tres al cuarto que salen en los programas de cotilleos de la televisión contando con quién se acuestan y a quién engañan a cambio de unos euros

Y, por supuesto, a esos presuntos "periodistas" más parecidos a buitres que viven del cuento de los que viven del cuento.

Me pasa como a la abuela, que no los puedo «estomagar», (7) maravillosa expresión con la que ambos queremos decir  que no los aguantamos, que los aborrecemos. Vamos, que nos parecen vomitivos.

Notas:
(1) Blog de español.
(2) Definiciona.
(3) Doval, G. Del hecho al dicho.
(4) Podiprint.
(5) Blogs20minutos.
(6) Celdrán, P. Inventario General de Insultos.
(7) De este vocablo hablamos en una entrada anterior.
Imagen: Ousferrats.